viernes, 26 de octubre de 2018

Beriaín... donde todo comenzó

El verano de 2011 nos ve llegar al pie del gran Pirineo, en sus valles navarros. Luego de algunos trekkings iniciáticos en otras serranías, plenamente conscientes de que el modelo de vacaciones urbanitas decaía tanto por disminución del interés como por aumento de los precios, y estando completamente fuera de menú las vacaciones playeras, decidimos incursionar en el turismo aventura!!!
En una excursión de aproximación preliminar durante el puente del Pilar 2010, aterrizamos en Aguas caldas conocemos el gran Pirineo, en su magnificente cara otoñal, y los trekkings a los ibones de Batisielles, el cañón de Añisclos y los llanos del hospital marcan, inequívocamente, el comienzo de un amor incombustible por este maravilloso rincón del planeta.


El comandante Steiner regresaba así a su elemento, luego de sus incursiones juveniles por la serranía coórdoóbesa (Cordobesa en cordobés argentino, léase), pero el Pinche de Cocina Rudolf salía con ambos pies fuera de su zona de confort, que consistia casi exclusivamente de museos, iglesias, ruinas y bulliciosas avenidas foráneas, para poner pie sobre la ¡¡¡tierrrrrrra!!!
Un poco dubitativos sobre nuestra competencia para arrimarnos a alguna montaña de verdad, comenzamos realizando unos paseos por la serranía vecina a Iturmendi, y conocemos así la sierra de Urbasa, con sus mágicos bosques, y el maravilloso nacimiento del río Urederra, una explosión de color que desafía todos los sentidos.


En el hospedaje damos con una pareja Vasco-Valenciana que nos anima a acercarnos a las cumbres, y nos indica que, de la zona, la que ellos creen más adecuada para una primera "arrampicatta" es la del Beriaín, con pasada por la Ermita de San Donato. Así que, con más dudas que certezas, al día siguiente (aún con el horario pachanguero de poner pie en sendero a las 10:00AM) ponemos pie en la senda. Aún no lo sabíamos en ese momento, pero habíamos asistido al nacimiento del Strudolf Kommando.
Así que, el Pachanga Team se pone las botas, literalmente, y comienza a trasegar la senda... No tardamos en caer en la cuenta de que dicha senda es más empinada y bastante más larga de lo imaginado, y tenemos nuestro PBM (Primer Berrinche Montañero)

Nos reponemos, y seguimos adelante, maravillados por los paisajes que se despliegan ante nuestros ojos. Pasamos la ermita de San Donato y finalmente coronamos el monte.

Para nuestra sorpresa, la formación se extendía hasta donde daba la vista, de forma que, novicios entusiastas continuamos avanzando y recorriendo la cómoda cresta durante un par de horas, en las cuales se consolidó nuestra infatuación por esta nueva experiencia.


Regresamos con el espíritu colmado y una enseñanza aprendida con sangre: el sol de altura QUEMA, y con un protector playerito quedas como un cordero a la brasa... así que, al día siguiente recorreremos Echarri-Aranaz en busca de unos buenos tópicos para quemaduras de segundo grado. No obstante el pequeño traspié, la moral del comando quedó por las nubes, y Steiner comenzó a devorar con avidez la cartografía pirenaica en busca de nuevos desafíos.
En los días siguientes pasaríamos por las cimas del Txindoki, el pico y la mesa de los tres Reyes, el Anie y el Castillo de Acher, y sufriríamos nuestra primera retirada intempestiva por subestimar una tormenta de camino a la del Ori... El bichito había picado y ya no había vuelta atrás, y en nuestro amor por las montañas se reescribía y resignificaba nuestro amor a secas en base a la templanza, el saber alentar y confiar el uno al y en el otro.